lunes, 31 de mayo de 2010

Bicentenario


200 inicios.
200 ecos inmortales.
200 hazañas concebidas en un paraíso.
200 disparos al corazón y un río de sangre.
200 sueños de grandeza.
200 mitos desterrados.
200 llamas en las sombras.
200 patrias en una sola.
200 caprichos celestiales y un rezo de domingo, inútil.
200 mordazas.
200 gritos de libertad.
200 votos de la razón a la sin razón.
200 goles de ficción invernal.
200 lágrimas aún ruedan por ella.
200 frases que desearía jamás volver a oír.
200 flores de papel y una de carne.
200 preguntas sin respuestas.
200 libros exiliados y una página en blanco, autista.
200 gritos de revancha.
200 esperanzas de juventud y una vejez incierta.
200 rostros que no olvidaremos.
200 horas, meses, años...
200 amaneceres se cumplieron sin ti.
200 fábulas de horror y el amor que cruza incauto a través del tiempo.
200 injusticias perpetradas.
200 heridas abiertas.
200 soles de guerra y un tibio beso de cara a la luna.
200 renaceres.
200 pugnas de poder y un cebo.
200 niños que juegan a ser Dios.
200 finales.
200 giros y una ilusión misericordiosa.

sábado, 15 de mayo de 2010

Memorias del Di Tella


El Instituto Di tella, fundado en 1958, llegó a convertirse, durante la década del ’60, en un mítico refugio del arte y la cultura de jóvenes dispuestos a desafiar los estereotipos sociales vigentes e imponer sus propias reglas creativas e ideales con total desprejuicio. Este templo de la vanguardia nacional estaba situado en Florida 936, entre Charcas y Paraguay, en la denominada “Manzana Loca”. Hoy, a poco de cumplirse 52 años de su inauguración, el local se halla ocupado por un local de indumentaria.
“El Di Tella fue una especie de utopía de la pureza, porque lo que después se vivió en la Argentina fue un horror”, diría años más tarde el director teatral, Alfredo Rodríguez Arias. El Instituto, a cargo de Jorge Romero Brest, era un espacio propicio para mostrar y fomentar las nuevas experiencias artísticas que anidaban en New York, Paris y Londres.
Con la eliminación del espectador pasivo mediante la “agresión” de los actores, se inauguró una provocativa forma de hacer teatro que sirvió de referencia para muchos espectáculos que se realizaron con posterioridad, como el caso del grupo de De la Guarda. Entre las representaciones más recordadas están El Desatino y Los Siameses.
Las obras en exhibición llegaron a escandalizar a las razas más conservadoras. Una de ellas era La Menesunda, de Marta Minujín, que fue pionera en cuanto al tipo de ambientación de una puesta, ya que el público, luego de atravesar unos túneles, podía observar a dos personas charlando sobre una cama. También el Cristo crucificado sobre un avión Caza, de León Ferrari, lo que representaba una clara oposición a la Guerra de Vietnam, y la representación de El Baño, de Roberto Plate, que fue clausurada por el presidente Juan Carlos Onganía, cuando en sus paredes aparecieron graffitis que objetaban su gobierno. La decisión del Ejecutivo desembocó en la protesta de los artistas del Di Tella que retiraron sus obras y las destruyeron frente al Instituto. “Mi obra fue el disparador de un reclamo latente”, aseguró Plate.
En mayo de 1970, el local de Florida cerró sus puertas tras la reducción del presupuesto asignado al centro. El Di Tella fue objeto de numerosas de críticas por parte de sectores que se oponían radicalmente a toda manifestación cultural que buscaba experimentar y hallar nuevos caminos de expresión, lejos de la ortodoxia reinante.
Aquél fue el sueño roto de un país que pudo ser distinto.

Un adiós, una bienvenida



Dany estaba arrodillado en su jardín, frente a un viejo par de zapatos. Éstos se encontraban entrelazados por cordones, firmemente anudados. Su rostro denotaba entre pesadumbre y emoción.
-Caminamos mucho juntos, y la pasamos como pudimos- dijo melancólico. -¿Recuerdan cuando los empapé en la inundación? Quedaron mojados por casi una semana. Lo lamenté demasiado... De verdad.
También perdón por golpearlos tan seguido con la pelota, pero soy así, y ya estoy grande para cambiar. En realidad, siempre supe que sabrían comprender. Los buenos amigos hacen eso. Y me bancaron...
Estuvieron en mis desvelos y esperanzas...
En mis logros y fracasos…
Y en mis sueños. Siempre junto a mí.
Me condujeron por rutas que jamás imaginé...
Me llevaron a conocer a Lara, a plantarme en su camino y a no irme jamás de su lado. Me acompañaron cuando nació Patricio y juntos aprendimos sobre ese otro gran amor. El de ser padre... Y eso no tiene precio.
Me dieron su vida y yo la mía…
Créanme que jamás los olvidaré. Adiós, compañeros...- se despidió Dany- y gracias.
Guardó los zapatos dentro de una caja de cartón y se aproximó a la fosa que él mismo cavó. Colocó la caja en el pozo y con una pala, cubrió de tierra la pequeña sepultura.
Cuando finalizó se aproximó a una caja cerrada, ubicada en otro punto del jardín. La abrió y extrajo un par de zapatos nuevos. Los colocó en el suelo y se arrodilló frente a ellos.
-Bienvenidos a casa. Mi nombre es Daniel -dijo. - Confío en que sabrán adonde llevarme.
Sin más, los recogió y partió hacia dentro de su hogar.

viernes, 14 de mayo de 2010

Elena despierta

Elena despertó y se sentó en la cama. Contempló impávida el suelo, luego sus manos. Frotó su rostro y suspiró. Con piernas aún flácidas, se incorporó en penumbras y caminó hacia la puerta. Cruzó el pasillo y advirtió que el reloj de pared marcaba las once treinta. Al entrar al baño debió encender la luz. Después, se vio al espejo. Tenía el cabello alborotado y graso, y sus ojos reflejaban un extraño cansancio. Después orinó, y volvió a reconocer lo irreconocible, hasta que por algún motivo decidió voltear su mirada a través de la pequeña ventana contigua. Entonces, se espantó por lo que al horizonte avizoró. Despedida como alma que carga el diablo, caminó de prisa hacia el living. Sin siquiera vestirse, de un arrebato recogió las llaves y salió afuera. La imagen la aterró. Cómo explicarlo.
Cerró sus ojos con fuerza y volvió a abrirlos lentamente, pero nada cambió. Una lágrima corrió por su mejilla pesadamente. Se adentró en la casa y llamó a su madre. Estaba fregando la vajilla. Ella insistió, y cayó rendida en un sillón. Su cuerpo temblaba.
-¿Qué ocurre Elena? –preguntó.
Elena se levantó, aprisionó el brazo de su madre y la llevó fuera.
-¿Elena qué sucede? ¡Basta de juegos!-. Entonces, Elena señaló el cielo. Ella observó el cielo.
-¿Bien? -preguntó su madre sin comprender. Pero la joven no lo podía admitir y gritó desaforada. -¿Acaso no lo vez? –dijo. -¿Qué cosa?
–Cómo es que no te has dado cuenta... ¡El cielo! –respondió Elena. -¿Qué pasa con el cielo?
-¡Dios mío! ¡Es un mediodía sin sol! ¡El día se ha vuelto noche!
-¿De qué hablas, hija?
-¡Una noche sin estrellas, sin luna! Tan solo un manto oscuro y glaciar que me congela los huesos. No hay aves surcando el cielo ¡No logro oírlas! ¿Dónde está el canto de los zorzales mañaneros? ¡Mira los árboles! Se creían eternos pero ahora son solo sombras abanicándose con el viento. Perecieron sin luz. ¡Han muerto sin flores...! Ya no habrá flores, ni abejorros revoloteando en primavera, ni vida... ¿Qué ha pasado? ¿Cuándo ocurrió esto? ¡Dímelo!
Su madre la abrazó compasiva y susurró a su oído con calma. –Llora hija si lo deseas, pero... sé que una mañana regresará.

El misterio de Ada


Nadie sabrá nunca la verdad. Nadie conocerá jamás por qué Ada Falcón renunció a la fama y al prestigio de ser una de las cancionistas más exitosas de su época, cuando en 1942, lo abandonó todo. Quizás fue por un desamor o tal vez por su vínculo incondicional con Dios, lo cierto es que a partir de su retiro, surgió una de las grandes y más oscuras leyendas del tango.
Ada Falcón nació el 17 de agosto de 1905 y comenzó a cantar a los once años bautizada como “La Joyita Argentina”. A los catorce, filmó la película muda El festín de los caranchos y en 1929 empezó a cantar en Radio Cultura. Tanta actividad le impidió una infancia normal, como la de otros niños de su edad. Dicen que cuando ella cantaba, vivía la letra de las canciones como si con su voz estuviera relatando momentos de su vida. A los 19 años grabó con la orquesta de Osvaldo Fresedo y luego con Enrique Delfino.
Ada fue una diva: solía tomar baños calientes de dos horas y llegó hasta a quemar perfumes franceses para aromatizar su casa. Fue amante de los autos, las pieles y las alhajas. Dueña de unos impactantes ojos verdes, esta exquisita cancionista y femme fatal, fue amiga nada menos que de Enrique Santos Discépolo y de Carlos Gardel.
Falcón era la estrella predilecta del sello discográfico Odeón, en donde grabó con la orquesta de Francisco Canaro. La relación entre ambos escapó los límites profesionales y el romance floreció, convirtiéndose en prohibido, puesto que Canaro era un hombre casado. Algunos dicen que aquella tormentosa relación destruyó a Ada, cuando estaba en la cima de su carrera. Fue el momento del dinero y los excesos. El legado de “La Emperatriz del Tango” incluye temas como Madreselva, Destellos, Secreto y Yo no sé qué me han hecho tus ojos.
En el `42 la historia de Ada tuvo un giro inesperado, cuando repentinamente desapareció de la escena musical sin que jamás se conociera el verdadero motivo. ¿Qué pudo llevar a esta mujer a tomar aquella drástica decisión? Una versión aseguraba que renunció a todo por su desengaño amoroso con Canaro; otra, que tuvo una revelación mística y que, entonces, decidió entregarse por completo a Dios. Lo cierto es que la vocalista viajó a Córdoba y nunca volvió a cantar. Sumergida en la pobreza, Falcón vivió por años en el pueblo de Salsipuedes con su madre. Cuentan que vestía de negro, usaba un pañuelo para cubrir su cabellera y lentes oscuros porque había prometido ante Dios que jamás volvería a revelar a ningún hombre sus atributos de mujer. Los últimos años de su vida los pasó en el hogar de ancianos de San Camilo, en Molinari, provincia de Córdoba.
Ada Falcón falleció el 4 de enero de 2002, en absoluta soledad, olvidada y enferma. Hoy ya no existen las matrices de sus discos, tampoco copias de sus primeras películas, ni tampoco sus profundos ojos verdes, ni su voz. Sin embargo, el mito se agiganta.