jueves, 16 de diciembre de 2010

Reseña de la novela "El mar que nos trajo", de Griselda Gambaro

El mar une y separa, hace y deshace, lleva y trae. Puede ser un puente entre dos continentes o un muro impenetrable. Un mar turbulento como la vida de los protagonistas de la novela de Griselda Gambaro, “El mar que nos trajo”, que crea y destruye lazos a través del tiempo, y que agobia una realidad signada por las pérdidas y el desaliento. La inmensidad de un mar poderoso, cambiante, indomable, que genera vida o muerte, sangre o gloria.
El mar trae a Agostino a Buenos Aires, desde la vieja Italia. Durante su estadía, Agostino conoce a Luisa y echa raíces, ignorando a su antigua prometida, Adele. Al tiempo, nace Natalia, por quien siente una gran devoción: “(…) retornaba del trabajo pensando en la niña cuyas salidas lo regocijaban y le concedían el único orgullo que había podido conquistar en esta tierra”. Agostino confía en que la distancia lo protegerá de los hermanos de la novia despechada, pero cae en una trampa y es deportado para salvar el honor de la dama. Ese océano que lo trajo, lo arranca de su familia y lo lleva de vuelta a las costas de su pueblo natal.
El mar supera las distancias y azota el nuevo hogar de Agostino, llevando el recuerdo de su hija Natalia: “En el comedor, él puso el pequeño retrato apoyado en la pared (…) Recordó: barquita mía, y la insistencia incansable. ¿Qué soy? (…)”.Agostino se conmueve con la chiquilla dulce y alegre de la fotografía. Una imagen que preservará a lo largo del tiempo y que contrasta con la difícil realidad de la niña. No obstante, Agostino, sin apartarse jamás del recuerdo de su hija, hallará su razón de ser en su otro hijo, Giovanni, quien frecuentemente “corría a su encuentro, se prendía de las ropas húmedas y como antes Natalia con el hollín, contagiaba su camisón con olor a pescado y a mar”.
El mar se convierte en brazo del destino. Natalia pierde a su padre y no halla consuelo ni respuestas. La ausencia de Agostino provoca un quiebre en su vida: nunca volverá a ser feliz. Natalia enfrentará la realidad recluida en una coraza de prejuicios y rencor. Así mismo, la difícil situación económica y la enfermedad de su madre la llevan a convertirse en jefa de hogar. Mientras que Giovanni se cría en Italia, con la contención de una familia con fuerte presencia paterna.
Cierta vez, ese mar que Agostino amaba, casi le arrebata a su hijo, tal como lo hizo con Natalia. Un mar que en el pasado lo llevó a Buenos Aires para formar un hogar y concebir una hermosa hija, y que luego se lo había quitado todo. Pero el océano también devolverá esperanza. Años después, Natalia recibirá una carta de su hermano Giovanni. El mar que antes la separó de su padre, le trae un hermano. Un lazo de sangre que perdurará hasta el fin de sus vidas.